A diez años de su partida Desiderio Hernández Xochitiotzin vive en su obra

14/septiembre de 20177PEDRO MORALES

Ya pasaron diez años de la desaparición física del llamado “Último de los Muralistas Mexicanos”, Desiderio Hernández Xochitiotzin, quien vive en su obra que cada día da una lección de la grandeza de la tlaxcaltequita.

Su magna obra plasmada en los Murales del Palacio de Gobierno ponen en alto el nombre de Tlaxcala, donde está narrada su historia; destaca el encuentro de dos mundos que dio origen al México de nuestros días.

Desiderio Hernández Xochitiotzin fue como su maestro José Martín Arrieta, por vocación, decisión y acción, poblano-tlaxcalteca, vivió en la Angelópolis parte de su adolescencia, narraba que desde muy chamaco ingresó a la academia de Bellas Artes, en las clases nocturnas.

Artesano en el taller de su padre, pronto su enorme estabilidad, su facilidad para el dibujo, encontró el oficio que luego dominó junto con su enorme esfuerzo personal, lector ávido.

Hasta consagrarse en el ramo plástico, pero también un humanista completo, había que oír a «Desi» así le llamábamos con cariño siempre hablar y explicar la tecnología de Tonanzintla o de la Capilla del Rosario o de Ocotlán.

Así lo recuerdaba el poblano Pedro Ángel Palou, quien dice que Desiderio Hernández Xochitiotzin había nacido en Contla, en 1922, pero desde su llegada a Puebla hasta su regreso a Tlaxcala y, por supuesto hasta su fallecimiento el 14 de septiembre del 2007.

Una serie interminable de sus Malinchitzis, sus bodegones, sus ofrendas, sus carnavales, el de Contla y el de Huejotzingo, lo recuerdo allí con Diego, sus cuadros religiosos, fue un profundo creyente.

Su religión confesada que nutrió, parte de su obra en iglesias y vitrales, seminarios, como palacios municipales y sus escenas populares incontables, su respeto por José Clemente Orozco.

Sus cuadros indígenas, el valor de lo prehispánico que era parte de su ser, y su obra cumbre, La Historia de Tlaxcala, en los muros y escaleras del Palacio de Gobierno.

Fruto de un estudio y qué manera de explicarla y cuantas veces tuvimos el privilegio de escucharla, ilustrador de libros y revistas, nahuatlato, creador de siempre, la aportación de la Indonimia del Estado de Puebla del maestro franco fue excepcional; promotor cultural, fundador de instituciones plásticas.

Hombre sencillo, profundamente humano, de conversación penetrante, de modestia sobrecogedora, como la de los seres valiosos, tuve el enorme privilegio de su amistad, de su palabra, de su compañía en muchos momentos compartidos aquí y en Tlaxcala.

Siempre me pareció y lo grité y lo seguiré haciendo, la ingratitud y la envidia de algunos que lo hicieron dejar Puebla físicamente, nunca después la tuvo más presente, fue injusta Puebla con «Desi», por eso le organicé cuanto pude; exposiciones y reconocimientos merecidísimos, Nos fraternizó Arrieta con toda fuerza en el tiempo.

Seguí su enfermedad, pensaba con sus hijos, que saldría adelante, hablé alguna vez con «Desi», si extrañaba su voz, pero no su talante amistoso.

Tengo tanto que decir de Desiderio, pero me ahogó la noticia de su partida no por esperada menos brutal.

Dejo mi ofrenda de respeto, cariño y admiración, por un gran artista, por el hombre entrañable, por el mexicano ejemplar que eso y más fue, en sus ochenta años Desiderio Hernández Xochitiotzin.

A su viuda, hoy también desaparecida,  sus hijos todos, a la comunidad cultural de Tlaxcala, de Puebla, de México por su ausencia física, pero tenemos afortunadamente, para siempre, su intemporal mensaje pictórico.

Que descanses en paz en tu mundo sincrético, querido, inolvidable Desiderio, la flor de cempoaxochiles, que tanto cantaste, la coloco respetuosa, cariñosa y fraternalmente en tu tumba recién abierta.

Hasta siempre «Desi»…

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