La corrupción como ¿cultura?

    Fernando Ortiz.

Desde hace no mucho, por cada día que pasa en México, sale a luz un nuevo escándalo de corrupción acompañado del hartazgo y rabia de la opinión pública.

Pareciera que lo preocupante en la administración de Peña Nieto no es la apertura mediática para publicar primeras planas sobre desvíos de recursos o sobornos, sino que la magnitud de lo que se da a conocer ya se nos hizo “normal”, ya es parte del status quo donde la capacidad de asombro y acción se han perdido.

Por automático pasamos de la iracundia a una serie de expresiones de lo más conocidas: “y qué podemos hacer nosotros si ni caso nos hacen”, “siempre es lo mismo”,  “y hasta se robó poquito, yo en su lugar ya tendría dos casas blancas”, “la corrupción nunca se va a acabar”.

Y la explicación —que cae en lo común y es por demás burda—  que resulta de la conducta oprobiosa de la clase política y el desinterés de la ciudadanía, es que si nuestro país ha venido quebrantando sus arcas sin que haya un resarcimiento o responsable, es porque ¡la corrupción es cultural!. Sí, así como lo leen. Y estoy seguro que al igual que yo, les surgieron las siguientes interrogantes: ¿Por ser cultural se puede robar sin castigo alguno?, Como todo es cultural, ¿algo reprobable se convierte en una norma?.

Tan conocida es la tesis de que corrupción es igual a cultura, que a usted, lector, no le asombra que hasta la fecha se siga usando como justificación a la decadencia de nuestra civilidad. Y tan es así, que nuestro propio Presidente de la República está convencido de que “hay un tema cultural lamentablemente, que ha provocado corrupción en todos los ámbitos…”    (https://www.youtube.com/watch?v=E6HEyU9OP2s).

Lamento contradecir al titular del Ejecutivo y a quienes creen fervientemente en lo antes mencionado. No, la corrupción no es cultural, y a continuación pondré un ejemplo muy sencillo. Un grupo de universidades de Estados Unidos realizó un estudio de la cultura y las instituciones en el cumplimiento de las leyes focalizado en las multas por violar el reglamento de tránsito a los miembros de las delegaciones diplomáticas en Nueva York (https://www0.gsb.columbia.edu/mygsb/faculty/research/pubfiles/4140/fisman_corruption.pdf).

Y qué creen, que los diplomáticos mexicanos juntaban solamente 4 multas (se situaban en el lugar 94 de 128 países), pero lo portentoso del estudio es que encontraron una relación en la que los paises que acumulaban el mayor número de multas —arriba de 120 por funcionario— eran paises catalogados de acuerdo a diversos indicadores como altamente corruptos  (Sudán, Egipto, Mozambique…).

Es decir, México era el caso atípico, el que no seguía esa correlación, se mostró un buen desempeño aunado a los números tan pobres que mostramos en los estudios internacionales de corrupción. Cabe señalar que a partir de 2002 se empezó a sancionar a los diplomáticos y desde ese momento, el número de multas disminuyó en más de 98% para los países analizados.

Se demuestra que las normas sociales de cada cultura ayudan a entender quién tiende a violar reglas, como las de tránsito, cuando no hay castigo. Sin embargo, cuando se imponen sanciones, las conductas se transforman de forma rápida, independientemente de la cultura de origen y la mayor parte se porta bien.

Para el Presidente resulta muy cómodo pensar que la cultura es central para explicar la existencia de la corrupción, pero al hacerlo, manda una señal alarmante: no hay mucho que hacer para cambiarlo. Peor aún: parece estar diciendo que prevalecerá la incuria dado que modificar la cultura no es algo que se pueda hacer en un sexenio. Estamos escuchando a un mandatario que prácticamente afirma que si se viola la ley es por la forma en que las normas sociales se adaptan a una cultura corrupta.

Si hubiera si quiera un ápice de preocupación, mucho se podría hacer para cambiar las cosas. Y no todo depende de educación, si por mera educación se tratara, ya habría poco — o nada— de mejoría. La respuesta está en el anterior estudio; es decir, si no existe una medida punitiva contra quienes violan la ley seguiremos escudándonos en la consideración de que se trata de un fenómeno cultural, por tanto se seguirá siendo tolerante con la corrupción y existe el riesgo de fracasar si se busca un cambio.

La cultura mexicana es muy grande y rica, pero en ella no cargamos con la corrupción, es cierto que tenemos una sociedad y gobiernos corruptos, pero eso es por libre albedrío, pues estando en otros países (donde sí aplican la ley y sanciones como se debe) resulta que los mexicanos destacan como ciudadanos ejemplares como lo acabamos de ver.

Bienvenidas más leyes y sistemas anti corrupción, bienvenido el fortalecimiento al INAI, seguimos avanzando de peldaño al mismo tiempo que vamos bajando, logrando que el delito en amancebamiento con la impunidad se apodere de nuestra nación.

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