10/09/2017/TZOMPANTEPEC
Alfareros por tradición y herencia, los artesanos del barro y la leña del municipio de San Salvador Tzompantepec, guardan celosamente sus técnicas ancestrales de producción que heredaron de generación en generación.
El alfarero Juan Serrano Ramos, quien depende de la venta de sus comales, ollas y cajetes de barro, cocidos en hornos de leña comenta que es uno de los pocos que viven de su artesanía.
Trabaja duramente, hasta lograr una producción de 30 o más comales al día, para mantener a su esposa y dos hijos, lamenta que los acaparadores se lleven las ganancias.
Comenta que a la llegada de los conquistadores españoles, en 1519, ya había vestigios de que todo el pueblo se dedicaba a la alfarería, en la actualidad ya son cada vez menos los alfareros que viven de su trabajo.
El mercado se ha transformado, los clientes optan por otros productos, en este caso de comales, ollas y cajetes de otros materiales, debido a la fragilidad de los productos elaborados con barro.
Sin embargo, a la par que avanza la modernidad, en los pueblos de Tlaxcala aún se acostumbra guisar en las llamadas cocinas de humo, donde con tres o cuatro piedras se construye el tlecuil.
Es el lugar de reunión familiar por excelencia, ahí es donde se utilizan los grandes comales de barro, de una sola pieza y blanqueados con cal, para que no se peguen las tortillas o los alimentos.
En las ollas de barro, los frijoles saben diferente, lo mismo que las tortillas y si los guisos se sirven en cajetes de barro, sin plomo, se regresa el tiempo hasta antes de la llegada de los españoles.
Es por eso que sigue la producción de los comales, no se detiene, lo mismo que el gusto por nuestra comida, por nuestras costumbres y tradiciones, así somos los tlaxcaltecas, asegura.
Juan Serrano explica que pese a lo difícil de la situación, las familias conservan la tradición, para que la elaboración de los comales no se pierda, recuerda que desde sus bisabuelos, abuelos, padres y ahora ellos a sus hijos les enseñan el oficio.
Considera que actualmente sobreviven alrededor de 15 talleres grandes, que se han modernizado para evitar la quema de leña y el vidriado que contiene plomo, sin embargo existen alrededor de 50 talleres familiares, que se niegan a morir.
Los comales tienen varios precios, de acuerdo al tamaño, aquí se venden entre ocho y diez pesos, la verdad es que los acaparadores, los intermediarios son los ganones.
Traen buenas camionetas, de modelo reciente, mientras el artesano con su burrito, apenas si logra cubrir el mercado regional, ellos se los llevan a los grandes tianguis y les doblan o hasta triplican el precio.
El proceso inicia desde la extracción del material que es el barro, su extracción se realiza en San Andrés Ahuashuatepec, que es el pueblo que sigue y el lugar de donde se surten del barro desde hace siglos.
El barro se pone a secar al sol, se intemperiza por las noches para que se vuelva maleable, como plastilina, luego se engrasa con agua, se muele y debe tener tres días de reposo.
Se amasan en un cuadro del tamaño que uno calcule que va a ser su pieza, ya sea comal, olla o cajete, de ahí se le da forma, se secan al sol. Los comales llevan una capa de arena fina, en la parte posterior.
Queda una superficie áspera, del otro lado de la cara se pule, queda muy fino al tacto, se le coloca el tlaxcauatl, que es un pigmento natural de color rojizo, así queda la pieza y luego de “curarlo” con cal, queda lista para su uso.
Cada pieza se lleva como quince minutos, al día se elaboran hasta treinta piezas, depende de la velocidad y destreza de cada quien, en cuanto hace a la promoción, reconoció el interés de la actual administración municipal por apoyarlos e impulsarlos.
Dijo que los alfareros sueñan con tener más apoyo, para dar a conocer su artesanía, que sea mejor pagada, con mayor producción porque a los comales se les puede dar un valor agregado.
Se pueden convertir en piezas de adorno muy originales, con los escudos de los municipios, la heráldica de las familias o paisajes, el tema puede ser el que el cliente quiera.
“Requerimos de capacitación, para aplicar otras técnicas, para que nuestros comales tengan un valor agregado, para que dejemos de quemar la leña, todo esto requiere de apoyo, de mucho apoyo”, pidió.
Los alfareros trabajamos muy a gusto en Tzompantepec, con un cielo azul, de fondo tenemos muy cerca, casi al alcance de la mano al cerro del Cuatlapanga o la cabeza partida.
Un poco más allá se levanta imponente y azul la montaña de la Malintzi, es un paraje muy hermoso, “quienes vivimos en esta región, somos en verdad afortunados y nos sentimos libres”.
Los alfareros de esta tierra soñamos con exportar nuestra artesanía, para que la conozcan en China, Alemania y por que no, en los Estados Unidos, para cobrar en euros o dólares, soñar no cuesta nada.
Pero lo que hacemos, lo hacemos a mano, le falta un valor agregado que le aumente el precio, el valor, tenemos las bases, solo queremos un poco de ayuda, la necesitamos para dar el salto, para crecer como tlaxcaltecas.
Por eso invitamos a que vengan a visitarnos, a comprar nuestras ollas para unos ricos frijolitos o para comprar un cajete, hacemos vajillas, hermosas y finas cazuelas, salseras, todo lo que se les ocurra en barro.
Solo basta llegar a Tzompantepec, y preguntar por el alfarero Juan Serrano, todos nos conocen, somos los mejores, tenemos la mejor calidad, los mejores precios pero nos urgen clientes.