Mario Pérez Pérez.
No puede ser que en pleno siglo XXI, en plena globalización, nuestro país sea dependiente al importar el 77% de las gasolinas que usamos para nuestro consumo diario.
En el primer cuatrimestre del año –según datos del INEGI–, muestra que México importó 16 mil 346 millones de dólares en bienes petroleros. Esta es la cifra más alta en la historia en un mismo lapso.
El saldo de la balanza comercial, de acuerdo a la diferencia, nos arroja un saldo negativo ya que la exportación de los productos petroleros en el mismo periodo fue de 9 mil 878 millones de dólares y esto nos da el saldo negativo de 6 mil 468 millones de dólares.
Cómo nos explicamos que somos un país petrolero, y, vaya paradoja, importamos el 77% de nuestros hidrocarburos como la gasolina y el gas; esta tendencia irá en aumento por la dependencia de la importación de la gasolina al no contar con más refinerías, si por lo menos estuvieran funcionando al 100% y no al 30% como se dice, otro panorama financiero tendríamos.
Con la caída mundial de los precios del petróleo parece imposible que Pemex aumente la refinación de las gasolinas, y si realizan un proyecto para dicho aumento será un proceso largo de entre 4 y 6 años, por lo menos, para que se puedan ver los resultados.
No hay duda, si México sigue en esta tesitura de importar los productos petroleros (aun siendo un país petrolero) caeremos en el supuesto de ser una nación dependiente de los Estados Unidos de Norteamérica y eso significa control.
Por tanto México debe mirar hacia el futuro y fincar –con las posibilidades que da el crecimiento económico, definido, claro, con sentido común y común acuerdo–, cimientos más que sólidos para sacar de la casa de PEMEX esa paradoja que tanto afecta.