A un mes de la explosión en Tlahuelilpan, hoy la zona cero
CDMX/20/02/2019
El viento borra el sonido del silencio. Sopla fuerte. Quiere llevarse todo a su paso, pero no lo logra. Aquí se siente, se respira dolor. Aquí están atrapados los alaridos y el llanto de cientos de personas. Esta es la llamada “Zona Cero”.
Estamos de pie en medio de los alfalfales que desde hace un mes son mudos testigos de la peor tragedia que haya vivido Hidalgo.
Lunes 18 de febrero. La intensidad del sol calienta la tierra e ilumina las cuatro cruces que hoy se han convertido en un memorial.
Han muerto 130 personas y otras 20 sufrieron quemaduras de gravedad y siguen luchando por su vida, de la mano de médicos y enfermeras en distintos nosocomios.
Además de ello, familiares y amigos buscan a más de 60 desaparecidos.
Hace un mes en estos alfalfales, ubicados en San Primitivo, en Tlahuelilpan, cientos de personas –niños, adolescentes y adultos- llegaron procedentes de este municipio, y de Tetepango, Tlaxcoapan y Tezontepec de Aldama, en busca de combustible extraído ilegalmente de un ducto de Petróleos Mexicanos (Pemex), y muchos de ellos, una buena parte de ellos, encontraron la muerte.
Una explosión ocasionó que el hidrocarburo que salía a gran presión se conviritera en una gigantesca flama. El fuego arrasó con todo a su paso.
“Literalmente era el infierno en la tierra”, afirman muchas de las personas que fueron testigos de la tragedia.
Donde hubo fuego, dolor y llanto, hoy se vive un ambiente de soledad, de tristeza. Parece que nadie quiere venir y volver a sentir el miedo, la angustia, el dolor y la impotencia que experimentaron en aquellos momentos.
Este suelo vio a decenas de personas correr para escapar del fuego; pero también vio a otros arrastrarse y revolcarse para tratar de apagar las llamas que les quemaban. Esta tierra se tragó el dolor mientras la vida se escapaba de los cuerpos.
En las parcelas se encontraban tiradas varias personas, con graves quemaduras, y gritando con las pocas fuerzas que les quedaban para que les ayudaran.
Algunos fueron cargados y llevados hasta la carretera, de donde las patrullas y otros vehículos los trasladaron a hospitales cercanos. Los más graves fueron llevados en helicóptero.
Hoy, 30 días después, estas tierras están en calma, pero en ellas quedó la huella de la tragedia. Esa huella que el viento no podrá llevarse jamás.
Una tragedia que obligó a funcionarios del gobierno del estado a trasladarse en poco tiempo para analizar la situación junto con elementos del Ejército y de la Policía Federal, entre otras corporaciones.
Un acontecimiento que trajo también al mismísimo presidente de la República esa noche del viernes 18 de enero y que puso a Tlahuelilpan en el centro de la atención nacional e internacional.
Desde entonces, muchas cosas han pasado.
Se pensó que el alcalde podría estar involucrado en el robo de hidrocarburo. El panteón del pueblo se saturó y se dispuso de un terreno adicional, pero nadie ha querido enterrar ahí a sus seres queridos por la creeencia de que los familiares del primero que sea sepultado morirán enpoco tiempo.
El Papa Francisco expresó su solidaridad con los familiares de quienes perdieron la vida o se encuentran hospitalizados. Incluso les envió más de un centenar de rosarios.
Los diputados locales priistas, encabezados por María Luisa Pérez, propusieron que el Congreso de Hidalgo hiciera un donativo para ayudar a las personas afectadas, pero la bancada de Morena aprovechó su mayoría para rechazar el planteamiento.