Escupitajos

Alberto Aguilar.

El político pretende escupir únicamente a la cara de la indecencia, al suelo vulgar de lo inmoral. Olvida que al pregonar su preocupación social ha escupido al aire y a los micrófonos parlamentarios. Quiere orden, justicia; alardea un comportamiento ejemplar cuando su proceder y su mente no son, en modo alguno, salubres.

A propósito del Covid-19, en la ciudad de México, el grupo parlamentario del PRI en el congreso local, alarmado por el incremento de contagios y fenecidos, pretende sancionar a quien escupa en lugares públicos.

Si escupe Lupe tendría 12 horas de arresto, o 6 horas de trabajo comunitario o pagaría casi 4 mil pesos por su acción antihigiénica. El argumento priísta es que escupir no es una necesidad humana sino un problema educativo.

La propuesta legislativa será analizada junto con otras más que a corto plazo ya sumarán mil; es decir, ahí con calma. Dado que yo tengo más tiempo y fuero que esos seres de curul, lo analizaré aquí con el permiso del ocioso lector.

La vía pública ha recibido fluidos del cuerpo humano que van desde una furtiva lágrima hasta gametos masculinos que en potente aroma se confunden con el cloro que las señoras mezclan con jabón en polvo para lavar sus banquetas.

La vía pública es también vía púbica; no es nueva esta afirmación. Sus espacios espaciosos hacen gestos de invitación al cuerpo, lo acercan a orinar con calma y con placer precisamente ahí donde no es debido. Le proponen soltar jugoso sudor a causa del ejercicio, del estrés, del sexo, del calor o del bochorno. Colocan a su paso áreas verdes que se antojan para soltar ahí y no en el papel sanitario la engrandecida y verdosa mucosidad que momentos antes estiraba el brazo en la cavidad nasal.

Escupe el que resiste a la gastritis y ya le empieza a dejar avisos que en letra fluida no es más que mal sabor de boca. Escupe el que hastiado está del chicle o el dulce o la semilla tostada de calabaza. Escupe el que así se deshace de su mala suerte. Escupe el que ha dejado de consumir marihuana y ya la boca se le seca, se le achica, le hace chillar la abstinencia. Escupe el que tiene un pelo o cabello jodiendo el paladar y sus adentros. Escupe el que encuentra placer en hacerlo o se arrepiente de un mal pensamiento. Escupe el que no está a gusto en el suelo que sostiene su sufrimiento.

Sancionar el esputo callejero es como querer reprimir la fuerza y vigor como la que ejerce el diafragma al presionar para que pueda salir el moco, no sin la ayuda de los cilios, del músculo liso y esquelético. Además, escupir sin gargajo es como dejar de exorcizar las arrugas que lleva uno en el alma.

Es importante que el moco salga. El moco que se produce es principalmente para proteger las vías aéreas de microorganismos para que no haya infecciones. Es natural que el moco salga porque dentro de las vías aéreas a partir de la división 16 de los bronquios para arriba tenemos cilios. Una célula tiene cilios, que es una forma de barrido, micro vellosidades que hacen que el moco vaya hacia una dirección ascendente. Protegen al epitelio que recubren las vías aéreas. Que se ingiera o no se ingiera el moco, no importa: es agua y enzimas. Si va a la vía pública es tan insustancial como el polvo que existe en mi casa o en la tuya o en cualquier parlamento.

Poner en riesgo la salud de todos es apenas una ramificación que nos ha traído el Covid-19. Escupir en la vía pública dudo que sea exclusivamente un tema educativo. En todo caso, todo inicia cuando el ciudadano decide abrir la boca y eso debe ser analizado.

Hay que recordarle al grupo parlamentario del PRI que lavarse la boca antes de hablar debiera ser premisa y divisa, no sólo del político, sino de todos. Esto nos llevaría a permanecer más tiempo callados y a devolver nuestra salivación natural hacia adentro; a hacer entregas de mucosidad discursiva, aquí sí, únicamente a los pañuelos.

Lavarse la boca antes de hablar ante alguien es una petición tan añeja como el tema del esputo callejero. Lavarse la boca antes de hablar en la palestra va más allá del respeto y la omisión de cualquier tono altanero: te hace preguntarte si eres digno de usar la palabra, de impostar la voz, de asomar un reclamo, de tener participación que garantice una mejor convivencia entre los ciudadanos.

 

 

 

 

 

 

 

 

Pincel de luz, usa cookies estrictamente necesarias, así como otras tecnologías similares, para poner en funcionamiento este sitio web y brindarle una mejor experiencia de usuario. Aceptar Leer más