Por: Luis Jesus Morales
Una tendencia reciente en las uniones y matrimonios de las nuevas generaciones está dando un giro a la noción tradicional de familia. Cada vez más, los jóvenes demoran en tener hijos o eligen no tenerlos en absoluto, en su lugar, optan por adoptar o comprar mascotas.
Las estadísticas revelan que los perros son las mascotas más populares. Una vez en el hogar, son tratados como miembros de la familia. «Algunos los tratan como bebés, otros como adultos pequeños. Esto es cada vez más común en los núcleos familiares y está en proceso de normalización», comenta el veterinario especializado en comportamiento animal y especies exóticas, Pablo Roger.
La perspectiva moderna de las mascotas como «perrhijos» se originó en 2011 y se propagó por las redes sociales. En el caso de los perros, se les llama «perrhijos», «cathijos» a los gatos, «hurhijos» a los hurones. Aquellos que tratan a sus mascotas como si fueran hijos se hacen cada vez más evidentes. «Antes de volverse viral, esto solía suceder mayormente detrás de las puertas del hogar, pero poco a poco se ha expuesto en Internet y en la calle, revelando una relación de parentalidad hacia sus mascotas», añade Roger.
En esta nueva tendencia, se observan comportamientos variados, que van desde permitir que el «perrhijo» duerma en la cama o vestirlo con prendas de moda hasta pasearlo en carriola en la calle o darle un asiento en la mesa para compartir comidas «en familia».
Los expertos explican esta realidad basándose en las estadísticas. Hay una disminución en el número de nacimientos en los Estados Unidos en las últimas dos décadas, según la Oficina del Censo. Los millennials (1982-1995) están teniendo menos hijos o los están teniendo después de los 30 años. Además, están menos propensos a casarse, aunque optan por convivir en pareja. Un estudio reciente indica que uno de cada cinco millennials prefiere no tener hijos y dedicar su tiempo a sus mascotas.
El mismo informe señala que estos jóvenes buscan parejas que compartan su amor por los animales y que tampoco tengan interés en tener hijos. Gus, de 37 años, y Ruby, de 35, han estado viviendo juntos durante ocho años y desde el principio dejaron claro que no se casarían ni tendrían hijos, según Ruby.
«Gus comenta que no podría estar con alguien que piense diferente; simplemente no sería viable para nosotros», dice.
Junto con sus perros, un macho de 10 años y una hembra de seis años, ambos afirman que sus mascotas ocupan su tiempo y su corazón.
Según datos de la Sociedad Estadounidense para la Prevención de la Crueldad contra los Animales (ASAP), el costo anual de cuidar un «perrhijo» (que incluye alimentación, vacunas, aseo y seguro médico) promedia los 3,500 dólares (59,700 pesos). Además, se pueden sumar alrededor de 1,500 dólares más (25,600 pesos) al año para juguetes, ropa, carriolas y alimentos especiales. Las enfermedades inesperadas podrían aumentar el gasto anual entre 3,000 dólares (51,000 pesos) y 10,000 dólares (170,000 pesos), dependiendo de la frecuencia y gravedad de las afecciones, incluida la necesidad de cirugía.
Desde el inicio del siglo XXI, estos costos y servicios han experimentado un crecimiento exponencial, según informes de cámaras de comercio y organizaciones profesionales. Reportes oficiales indican que en 2016, las ventas en el mercado de mascotas o cuidado de mascotas ascendieron a 1,664 millones de dólares, aumentando en un 47% para 2021, llegando a 2,455 millones de dólares.
Desde la perspectiva de sociólogos y antropólogos, surge una nueva concepción de familia y sociedad que merece un estudio minucioso y responsable, para evitar herir susceptibilidades. «No todos están de acuerdo con tratar a las mascotas como humanos o hijos», señala el veterinario Pablo Roger. «Hay personas que no aprueban esto, no lo toleran y lo consideran una falta de respeto». En redes sociales, se han publicado declaraciones de jóvenes que afirman querer más a sus «p
errhijos» que a familiares o amigos. «Intentan justificar esto al decir que sus mascotas siempre les demuestran cariño y los reciben emocionados cuando llegan a casa, mientras que en su familia o círculo de amigos esto no sucede», menciona el veterinario especializado Juan Enrique Romero en una publicación.
Lo que estas personas no consideran es que sus mascotas responden por necesidad de alimento y un instinto de pertenencia, además de afecto mutuo. «La gran mayoría de los jóvenes con ‘perrhijos’ no se da cuenta de que al estimular constantemente a sus mascotas con abrazos, besos, vestimenta y estar constantemente cargándolos, generan ansiedad en ellas», argumenta Roger. «Luego, cuando los dueños se cansan y los dejan, las mascotas quedan nerviosas y alteradas, lo que les causa daño orgánico».
Otro aspecto que preocupa a los especialistas es que cuando los dueños crean una dependencia tan profunda, el solo hecho de salir a trabajar o hacer actividades fuera de casa puede causar depresión por separación en las mascotas debido al apego, lo que les provoca sufrimiento.
Es fácil observar a los dueños de «perrhijos», especialmente en redes sociales, donde incluso las mascotas tienen sus propias páginas. Esto revela claramente la naturaleza de la relación entre las mascotas y sus dueños en el siglo XXI.