Rico de Val´quirico

Rico de Val´quirico

¡Ay ojón!

Alberto Aguilar.

Del pueblo de Lunigiana (desde el cual se ve espectacular la luna), a Garfagnana (zona histórico geográfica de la provincia de Lucca), pasando por la Svizzera pesciatina —Suiza en la zona de Valdinievole, en el norte de Pescia—, a las montañas de Calvana, empresarios de distinto poder económico hicieron recorrido placentero con una idea fija: qué de allá embonaría en México al más literal estilo de la campiña europea.

Vehementes en la mente del retrete, cual lúcidos discípulos de la Doctora Chequelete, soltaban líquidos urinarios, no tan amarillentos, mientras descifraban en qué estado de la República mexicana invertir sus euros.

Un político de origen libanés trazó con su dedo divino sobre la superficie de una copa de vino, apuntó hacia unas tierras de labor, y con su seria propuesta puso la primera piedra angular para ahí edificar una réplica de la Toscana italiana; enunció secamente sin alterar el bigote pudiente: Tetlatlahuca, Tlaxcala.

Tlaxcala fue la tierra elegida.

Los aires de la Toscana italiana tendrían su emulación medieval, arquitectónica, gastronómica, hospitalaria en tierras tlaxcaltecas.

Se afianzó el ambicioso proyecto en el 2014. Es decir, y decir es, que el presente siglo trajo su presente a las tierras cultivadas del pueblo de Tetlatlahuca, ideal en las geometrías financieras de los inversionistas: hombres con obvia altura de miras, montados desde niños en hombros de gigantes, con audaz olfato financiero, con ganas de que los tlaxcaltercos que no logran brincar el charco ni treparse a un barco, tengan al alcance con el poder del automóvil o la combi, un lugar dónde hacer sus festejos más selectos y disfrutar del calendario festivo con la familia. Además de la derrama económica que se antoja de veras se derrame más que el humo de los pastizales al cual tanto se aferran sus habitantes, con el venial deseo de regular plagas o evitar que se acumule material vegetal seco.

Para ser más específicos: Desde el Appennini (cadena montañosa que recorre 1400 kilómetros de norte a sur de Italia), hasta los Apuane (Alpes Apuanos), las vistas montañosas quisieron hacer sutil reverencia y, a la distancia, claro, atravesaron el oceano Atlántico, enviaron su mejor aire natural para que la botánica y la fauna de la toscana y sus cantos y productos más tradicionales vinieran a la cultura tlaxcalteca en un mágico trueque de la tortilla de maíz (ni masuda ni cruda ni transgénica), por una pizza (por Dios, sin mexicanizarla con trozos de piña ni salsa Valentina). Es decir, un simbólico intercambio de maíz nativo y ayocotes y habas y papas y frijoles por tocinos, miel, salchicha, tarta, tomates y lo que se le antoje: Vino, quesos, tiramisú, pastas, helados, jamones, arroz… sumado a lo propio de la dieta mediterránea: trigo, aceite y vino.

A diez años de la irreversible edificación de Val´quirico, el pueblo tlaxcalteco ha ido entendiendo cosas principales.

¿Valquírico o Valquirico?: Valquírico.

Se lee, a como sabemos leer, de izquierda a derecha, pero otorgando mayor acento en la primera “i”; entendiéndolo a nuestro modo, es lo mismo que una palabra esdrújula: damos acento en la antepenúltima sílaba. Con aire cosmopolita, bien podemos dar un extra: al hacer el sonido de la “b”, si nos apegamos al rigor fonético, la cambiaremos por una “v”: conocido como el sonido labiodental: el labio inferior toca los dientes superiores para hacer el sonido de la “v”.

¿Cómo llegar a Val´quirico?: Preguntando.

El tlaxcalteca no tiene por qué extirpar, largar o desheredar sus expresiones de raíz. El “está tras lomita”, “ahí ahí, en la cuchillita”, “derechito llega, no tiene ni que voltear”, “toma usted la veredita y hasta topar jala a la derecha”, “Ora, Señor, qué agradece, preguntando se llega a Roma”, “el que pregunta no se equivoca, se equivoca el que responde”.

La respuesta más seria sin seriedad ni jetas, es, al estilo Google: Val´quirico está a 30 minutos del centro de Tlaxcala. Forma parte del municipio de Santa Isabel Tetlatlahuca. Limita al Norte con San Damián Texoloc, al Sur con Natívitas, al Este con San Jerónimo Teacalco y al Oeste con Santa Apolonia Teacalco.

Y a los lugareños: pa’ pronto, tomas el precioso camino hacia la exhacienda de Santa Águeda, es el kilómetro 2 de la carretera a Xoxtla, ya acercándote cualquiera te da razón. Estarás muy penca para no llegar. Si puebleas, resiste topes y algunas curvas, pero de que llegas llegas.

Ora, ¿sí es caro Val’quirico? La neta…: no.

El tlaxcalteca sin ínfulas ni naciente soberbia, en actitud transparente, concibe una afirmación universal: No es caro, simplemente no me alcanza. Y a partir de aquí, empieza a administrar lo que sí está a su alcance.

Con esta premisa, se prepara para disfrutar primero lo que no se cobra: ver.

–Mira, tía, ahí está nuestro apellido Aquiahuac, pero a diferencia de nuestra pollería El Pechugón ellos venden Cremería de Época.

–Mira canijo ahí te hablan. La Casona del Licor, Cremas de Licor. ¿Te acuerdas de tu pedita en Cuetzalan con los licores de yolixpa? Eres un atascado.

–¿Qué será eso de Tendajo? Me suena a tendajón, Torrejón, ¡ay ojón!

–Yo creo que pasamos a Una pizca de, se me antojó algo dulce… ¡Mamá, la abuela dice que quiere su dulce! ¿Verdad que se le puede subir la glucosa? Mejor cómpramelo a mí.

–Yo creo que pasamos por unas bolsas de té, mira, La Casa del Té y las Especias. Ya me cansé de mi té limón.

–Amor, hoy te besaré con mucho arte. Ah, ¿no me crees? Vas a ver si no, entremos a la Boutique de Mezcales Bes-Arte con Mezcal.

–Este niño ya se cansó de caminar, vamos a preguntar dónde está el carrusel veneciano para darle gusto con los caballitos. Ya está oscureciendo, va a salir bonita la foto.

–Mira, viejo, ahí dice Cava Privada. Vamos a entrar a ver si venden esa botella que nos invitó el compadre, dizque muy cara.

–Mira mira, Fotografía de Estilo Antiguo. Vamos a ver si nos disfrazan. Te quedaría de Thomas Shelvy, maldito Peaky Blinders.

–Habremos de entrar a comer una buena carne, o mariscos, o pizza, mira hasta tacos hay. ¿A comer dijiste? ¿Pues qué ricos? Yo les advertí que todo lo que quisieran afuera, aquí no me alcanza.

–Casa de Odio, mira, igualita a lo que vivimos tú y yo jejé. Sonso, primero aprende a leer. Casa Di Olio, Aceites y Vinagres. Y tú aprende a hablar, se dice lee no le. ¡Pues así dije! Ay ajá, ya camínale mejor que ya me duelen los pies.

Antes durante y después de visitar Val’quirico, complejo residencial, turístico y comercial, el visitante queda con la ilusión de conocer de verdad las regiones y provincia de la Toscana. Mientras no, hace pago del servicio de estacionamiento, si es que en auto particular fue su arribo; todo lo demás está a la vista, las calles angostas, las construcciones en tepetate, xalnene, cantera, piedra, ladrillo y, lo que se pueda, al alcance de la mano.

Está claro que por ver no se cobra, menos por escuchar trineos trilingües a la vez, dado que el turismo que llega es internacional y dialoga y pregunta y saluda y pide. “Sie sind von hier?”, “Où sont les toilettes?” “Fammi una foto, per favore?” ¡Ay mamá Carlota, como que hablan muy rápido! A repasar y recordar, en modestia impuesta, con oído atento, los cursos efímeros de francés, allá cuando la Alianza Francesa, aprendidos por el maestro Arturo Pardo; o los cursos de inglés de preescolar con Miss Reina Aurora Carranza Edwards; o la lengua teutónica ensayada en ratos de ocio refinado con la voz barítona de Max Raabe, “Ich bin nur gut, wenn keiner guckt”: Sólo soy bueno cuando nadie está mirando.

Para el empresario, accionista, agiotista, turista o habitante de Val’quirico, la Toscana amurallada en Tetlatlahuca no le representa insolvencia amotinada. Le es sinónimo de placer prolongado, de vida digna y muy bien ganada en el calambur de sus negocios, de inversión en el abanico de las relaciones sociales. La dolce vita.

Para el sibarita, el viajero de muchas millas, el hombre de mundo, el que viene de buena cuna, Val’quirico le queda a deber. Dónde están esos auténticos ambientes naturales y medievales, dónde las villas, castillos, torres, colinas, cursos de agua, montes, plazas, anfiteatros, esculturas, nichos, baptisterios, pozos, escalinatas de acceso, empedrados, ventanas de madera y copiosas tejas vistas en la lejana lejanía. Dónde están los caballos salvajes, la nutria, el zorro, el puerco espín, el jabalí, el tejón, la paloma doméstica, el búho real. Dónde las playas, islas o los grandes jardines. Insomma!

Quizá queda aclararle al epicúreo viajero lo palpable a admitir: Val’quirico es un pueblo artificial de estilo medieval; es un set de rodaje; es un complejo turístico con servicio de hotel, restaurantes, bares, entretenimientos y tiendas selectas de modas y decoración; es residencial; es un espacio propio para crear el ensueño de estar en el pueblo italiano de San Quirico d’Orcia, en la Toscana del Sur, además, se inspira también en Pedraza, al norte de Madrid. ¿Hai capito?

Si el gemebundo tanto extraña lo visto y sentido por propios ojos, que regrese entonces a Lucca, Pistoia, Prato, Arezzo, Siena, Florencia, Livorno, Grosseto, Massa-Carrara; que se vaya al río Magra entre Villafranca y Filattiera, porque aquí sólo hay río Zahuapan que desemboca en el río Atoyac y, mucho antes, avanza hacia a diario hacia las sendas y peligrosos vericuetos de agonía doliente.

Para los habitantes de Tetlatlahuca, en diez años se han ido acostumbrando no sólo a ver a lo lejos esas residencias que presumen de medievales y toscanas, esos estacionamientos inmensos Zona A y B y C, esa mucha gente los fines de semana, esas preguntas reiteradas por extraños de si van bien o se regresan; se han endurecido ante la envidia de los pueblos aledaños, a su señalamiento de que ya se creen mucho nada más porque ya tienen campiña italiana.

Dicen los lugareños de Tetlatlahuca que aguas, el chile con su paraguas, removiéndose las enaguas, dicen, histriónicos, que “non è un segreto” que el fundador de Val’quirico, Adolfo Blanca Núñez, en un segundo respiro como accionista, ya tiene maletas y maquetas hechas, para emprender a lo serio con otros empresarios, la copia, el símil, el análogo arquitectónico de un pueblo de Tlaxcala pero en las mismísimas tierras toscanas, con toda su riqueza cultural expresada en valores, tradiciones, símbolos, creencias y modos de vida. Esta imitación o apropiación será todo un acontecimiento y la rivalidad natural de los municipios tlaxcaltecas que no hayan sido elegidos. Maremma la Toscana!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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