De la nueva escuela

Alberto Aguilar.

El profesor de la nueva escuela mira distante y con cierta ternura los métodos de la educación presencial. Esencialmente, le parecen decimonónicos, románticos, antiguos.     El profesor de la nueva escuela aprueba que la educación a distancia llegó para quedarse y proteger al planeta. Su argumento está en la Agenda 2030 y su espíritu de sustentabilidad. Se apega al reino de la tecnología y hace uso de ella para revestirse de cibernético y habitar ambientes virtuales que sí le convencen. Respeta la media vida escolar que experimentó en las aulas; empero, su apuesta vital corresponde al siglo XXI y al más allá.

El profesor de la nueva escuela renuncia a ser la copia retrógrada y rural de El profe (1971), cinta mexicana protagonizada por Mario Moreno “Cantinflas”. Escinde la etapa de la buena letra y el lápiz o bolígrafo en la mano para manipular únicamente, con presteza, el teclado de su procesador de textos, el de su celular y la piel de su propia ingle si la comezón impera (al fin, frente a los otros, la pantalla le permite ocultar este goce).

El profesor de la nueva escuela atiende a las características del hardware; su apuesta por la educación aspira a ser arriba de 8GB de RAM respecto de la intelección del alumno; lucha por conseguir en la memoria del pupilo un estado sólido de 512 GB; la educación a distancia y su asimilación de contenidos específicos la anhela similar a un procesador icore de 10th generación y que ante cualquier interrogante la capacidad de respuesta tenga en el receptor un alcance de 4 GHz por segundo. Esto es, quiere ser un docente infínitum cuyo límite para él y sus alumnos sea el universo.

El profesor de la nueva escuela sólo necesita Internet, ahí está el país del Nunca Jamás al que se llega de volada –lo mismo desde un país tercermundista hasta del primer mundo–, con luz y red informática descentralizada de alcance global y todo recto hasta el amanecer.

Estamos ante un profesor pragmático, multifuncional, tecnológico y voraz respecto de las herramientas que le favorecen para enseñar e innovar. Seguro está que el tiempo dedicado al monitor y a la tableta y al celular –incluso a estos trillizos exigentes logra acariciarlos al mismo tiempo– le permiten una sensación de orden, gobierno y autoridad inapelables, no importando que el mensaje en correo electrónico, whatsapp o grabación de voz enviados sea francamente a deshoras: al fin que el alumno duerme con el celular y tiene ojos para vigilar a los trillizos ya mencionados. Así visto, no hay ofensa para la privacidad, tiempo libre o intimidad de los alumnos.

Antes, mucho antes de tener la certeza de que asistir al aula era inútil y desgastante, él mismo indagó en las formas de educación europeas y las posibilidades de aprender a distancia. Antes del largometraje El analfabeto (1961) protagonizado por Cantinflas, pero un año después de la cinta El profe, el Sistema Universidad Abierta (SUA) de la UNAM, apostaba a los nuevos medios de comunicación sin menospreciar la cátedra y el diálogo.

El profesor de nueva escuela defiende la educación online, tiene como insoslayable  integrar las tecnologías de la información y comunicación a los procesos educativos. Por ello, ve como malnacido todo lo que abona a la limitación y retroceso en las formas de enseñanza actuales. Al diablo mochilas y recreos y libretas y libros y copias y más copias.  Ay, ay, ay, qué haremos sin él, sin el maestro que todo lo sabe, el clásico dictador, el único que posee el conocimiento y la verdad, el Papa Escolapio, infalible, poderoso, envilecedor, burlón –dice el profesor híbrido no sin delicioso sarcasmo.

El profesor de la nueva escuela alega que la digitalización no es leprosa ni traiciona en modo alguno los métodos teórico-prácticos de transmisión y evaluación de conocimientos. Al diablo la escuela tradicional, esa que encasilla, la de la Cátedra Magister, la loca y merolica, la de la manzana sobre el escritorio para halagar al maestro y la de los ambientes carcelarios en las aulas, la consorte que reprueba tu proceder y tu pensar y mala amante que evalúa muy por debajo de tu valía personal.

El profesor de la nueva guardia exhibe las aulas y edificios vacíos a propósito del COVID-19 pero sostiene que ese vacío físico es el que ha vivido la escuela desde hace décadas sin que el magisterio haya admitido tan innegable verdad.

El profesor de la nueva escuela alza la voz de su conocimiento, se prueba competente y ecuménico mediante video conferencias, tutoriales y podcast; con alcance en la aldea y la metrópoli, certificado, con doctorado y postdoctorado, con artículos en revistas indexadas, de frente a la modernidad y nunca de espaldas, toma lo que le corresponde de su siglo y mira muy de cuando en cuando al cielo y de manera intermitente el monitor lumínico y el teclado.

 

 

Pincel de luz, usa cookies estrictamente necesarias, así como otras tecnologías similares, para poner en funcionamiento este sitio web y brindarle una mejor experiencia de usuario. Aceptar Leer más