La renuncia de Zaldívar: ¿un sacrificio o una traición?
✍️Mike Mendieta
La noticia de que el ministro Arturo Zaldívar renunció a su cargo como integrante de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) para sumarse al equipo de Claudia Sheinbaum, coordinadora nacional de la defensa de la Cuarta Transformación, ha causado sorpresa, indignación y especulación en el ámbito político y jurídico del país.
Zaldívar, quien fue presidente de la SCJN hasta diciembre de 2022, era considerado el principal aliado del presidente Andrés Manuel López Obrador en el Poder Judicial, pues defendió la reforma que ampliaba su mandato por dos años más, así como otras iniciativas impulsadas por el Ejecutivo, como la consulta popular para enjuiciar a los expresidentes y la Ley de Remuneraciones de los Servidores Públicos.
Su renuncia, que debe ser aprobada por el Senado de la República, abre la posibilidad de que el presidente López Obrador proponga a quien lo sustituya en la SCJN, lo que podría generar un conflicto de interés y una falta de equilibrio entre los poderes. Además, deja al presidente sin un interlocutor válido y confiable en el máximo tribunal, que ha sido escenario de controversias y tensiones entre los ministros.
Pero entonces, ¿Qué motivó a Zaldívar a dejar la SCJN y unirse al proyecto de Sheinbaum, quien se perfila como una de las principales aspirantes para el 2024? ¿Fue un acto de lealtad al presidente, que busca fortalecer a su posible sucesora, o una traición, que busca posicionarse en una eventual transición? ¿Fue una decisión personal, que responde a sus convicciones e ideales, o una presión externa, que responde a intereses y pactos?
Las respuestas a estas preguntas no son claras ni sencillas, lo que sí es evidente es que la renuncia de Zaldívar tiene implicaciones políticas y jurídicas de gran relevancia para el presente y el futuro del país. Por un lado, puede ser vista como un sacrificio, que busca contribuir a la consolidación de la Cuarta Transformación y a la construcción de un México más justo y más igualitario, como lo expresó el propio Zaldívar en su carta de renuncia. Por otro lado, puede ser vista como una traición, que busca aprovechar la coyuntura y el capital político para obtener un beneficio personal o grupal, como lo han señalado algunos críticos y opositores.
«Aiga sido como aiga Sido», la renuncia de Zaldívar no es un hecho aislado ni casual, sino que forma parte de una estrategia política que tiene como objetivo definir el rumbo del país en los próximos años. Una estrategia que implica alianzas, rupturas, movimientos y reacomodos entre los actores políticos, que buscan posicionarse y disputarse el poder como todas las «movidas» y «Chapulines que se sirven a manos llenas a costa del pueblo. Ojo amigo lector, que esta «movida» también implica riesgos, desafíos, contradicciones y resistencias, que pueden generar inestabilidad e incertidumbre.
Así pues, la renuncia de Zaldívar plantea varios interrogantes que deberán ser respondidos con transparencia y responsabilidad: ¿Quién ocupará su lugar en la SCJN y con qué criterios será elegido? (Eso sí se lo aprueba el Senado) ¿Qué papel jugará Zaldívar en el equipo de Sheinbaum y qué funciones desempeñará? ¿Qué impacto tendrá su renuncia en la relación entre el Ejecutivo y el Judicial y en el equilibrio de poderes? ¿Qué consecuencias tendrá su renuncia en el proceso electoral del 2024 y en la sucesión presidencial?.
Estas son algunas de las preguntas que surgen ante la renuncia de Zaldívar, que ha generado una sacudida en el escenario político y jurídico del país.
Si bien estimados lectores, recuerden que «El que avisa no traiciona», por tanto, esta renuncia puede ser interpretada como un sacrificio o una traición, dependiendo de la perspectiva y el interés de quien la juzgue.