TLAXCALA/ /04/2019
Alberto Aguilar.
El complot mongol (2019) es una película de Sebastián del Amo, tomada de la novela homónima de Rafael Bernal, y tomada de pelo para quien creyó que la intriga de la historia no se iba a convertir en confusión venida a engrudo y que algunos de los actores terminarían por aportar muy poco, sin proponérselo.
La cinta cumple desde el principio con la estética del cómic y del cine negro. Se ubica en la década de los 60 en México. La situación: agentes internacionales planean el asesinato del presidente de Estados Unidos en territorio mexicano.
El detective Filiberto García (Damián Alcázar), se mira al espejo, severo, autocrítico, y el espectador entra de inmediato a ser su compañero y cómplice a partir de que el personaje rompe la cuarta pared: le habla de tú al espectador, le confía todo, e interrumpe secuencias para mostrar hartazgo, valemadrismo, machismo, romanticismo, la suma toda de su “pinche soledad”.
Si bien El complot mongol es una novela negra de primer nivel en la literatura mexicana –historia que ya ha sido puesta en cine y en novela gráfica–, la propuesta de Sebastián del Amo muestra varios infortunios; por ejemplo, incluye a dos comediantes harto probados en televisión y cine mexicanos, lo que resultó una participación dual mal aderezada.
Eugenio Derbez se esfuerza, lucha por personificar a Rosendo del Valle, alto funcionario del gobierno, incluso casi logra impostar la voz enteramente; pero le nacen los mismos rictus de esos personajes cómicos que tanto repitió en televisión e incluso esa voz chillona que le viene como eco indeseable.
A El Coronel, interpretado por el sempiterno actor Xavier López “Chabelo”, se le acaba el aire en las primeras escenas, no consigue revestirse de rotunda autoridad, además de regalar esa sonrisa cuya bonhomía nos recuerda sus catafixias y puerilidades en aquel programa dominical de la Televisa de esos tiempos.
Como los sospechosos del complot, en esta historia, son los chinos, el director consideró incluir al joven actor nacido en Pachuca de Soto, Beng Zeng: al verlo, es irremediable remitirnos a los regaños que en su personaje de “El chino”, recibe de su mamá en el programa cómico María de todos los ángeles; de hecho, hace la misma personificación de adolescente maltratado, pero ahora con unos cachazos sobre la cara en la cinta de del Amo. No se nota diferencia alguna.
El complot mongol no es de forma alguna una película intensa por tener en acción a un agente ruso de la KGB, a un gringo del FBI, ni a un detective mexicano de cólera fácil. Este largometraje se salva por la atinada participación de la actriz Bárbara Mori: uruguaya, nacionalizada mexicana, pero de origen japonés.
Martita Fong (Bárbara Mori), atrapa de manera penetrante el deseo otoñal del antihéroe Filiberto García (Damián Alcázar); es una suerte de mujer fatal que aglutina hermosura, inocencia, cadencia, belleza frutal puesta al alcance de la mano. Y similar al grueso del machismo mexicano, al detective se le arruga la sien y da paternidad a cambio de una intencionada penetración que es lo que explícitamente espera la chinita de piel de seda.
Excelente participación de Roberto Sosa (El licenciado), un tragicómico que navega entre aguas de alcohol, beneficios económicos y apatías propias ante del mundo que vive.
Teniendo oído atento de la crítica, admito que El complot mongol pasa de lo “envolvente y divertido” a la confusión y el bostezo. Si bien exhibe un “desfachatado discurso sobre el comportamiento político”, también pasa de lo risible a lo predecible. Con estos resultados, no dude que al final de la película el protagonista y el espectador terminen llorando.