EL CASO DE LA LECHE RADIOACTIVA DE CONASUPO EN TLAXCALA
TLAXCALA/ 27 /04/2020/Por Pedro Morales
Investigaciones especiales
En Apizaco la gente como en la mayoría de los 60 municipios que integran a Tlaxcala, la gente se se está muriendo de cáncer, hombres, mujeres y ancianos son afectados por esta incurable enfermedad, las familias se enlutan y lamentablemente los fallecimientos ocurren en plenitud de la vida.
El mal aparece de repente y al parecer sin justificación alguna, se culpa a cuestiones genéticas, ambientales y hasta a causa de la alimentación, pero nadie establece ni ha establecido alguna causa de la aparición de este mal mortal.
Un elevado porcentaje de las muertes de los últimos cinco años, han ocurrido tras padecimientos repentinos de cuadros de cáncer en diversas de sus manifestaciones, sin embargo el sector salud solo registra las defunciones, pocas veces las casusas.
En ocasiones, los pacientes de las comunidades rurales enferman repentinamente y mueren al poco tiempo, tampoco hay registros en el sector salud privado y manejado por particulares, lo cierto es que cada semana y cada día muere más gente a causa del cáncer.
HACE MÁS DE TRES DÉCADAS
El periodista Guillermo Zamora, realizó una serie de reportajes sobre el tema para la revista Proceso y explica una posible causa u origen en su libro Caso Conasupo: la leche radioactiva (Planeta, 1997).
Parecería que los casos son aislados, pero a medida que se platica con familiares y conocidos el comentario es recurrente, alguien enferma de momento y muere en relativamente poco tiempo, no hay cura.
Si nos paramos a analizar las posibles causas, al final del día nos daremos cuenta que la población de Apizaco y sus alrededores estuvo expuesta durante mucho tiempo a las emanaciones de la empresa Rohm and Hass.
Tras las denuncias y sospechas de afectación a la población, finalmente esa empresa emigró a la ciudad de Querétaro y nuna se aclaró la estela de muerte entre la población y sus causas.
Pero hay otro detalle que durante años ha pasado desapercibido y que ocurrió en tiempos cuando gobernaba Beatriz Paredes, sin duda mucha gente recuerda que se trabajó intensamente en los programas sociales.
Uno de ellos fue la distribución gratuita de leche en polvo, miles de familias y niños que ahora son adultos la consumieron y eso es lo terrible, sin ser ave de mal agüero, compartimos esta información.
LA LLAGEDA
En 1987 tres barcos arribaron al puerto de Veracruz procedentes de la República de Irlanda.
Los navíos descargaron en México cerca de 45 mil toneladas de leche en polvo que el gobierno mexicano, a través de la paraestatal y hoy desaparecida Conasupo, compró a la compañía Irish Dairy Borrad.
Ese cargamento de lácteo estaba contaminado con elementos radioactivos liberados durante la explosión de Chernobyl.
Pese a ello, el producto se distribuyó y comercializó entre la población mexicana y llegó a Tlaxcala.
En abril de 1986, el accidente en la central nuclear de Chernobyl provocó que durante varias semanas y meses una nube radioactiva afectara varios países europeos, entre ellos, la República de Irlanda.
Naciones europeas, como Alemania, prohibieron la comercialización de lácteos y otros productos para el consumo humano, debido a las altas concentraciones de elementos radioactivos que registraban.
Incluso, la Organización Mundial de la Salud advirtió sobre los riesgos de comercializar alimentos contaminados.
La organización ecologista española Alternativa Verda denunció que entre 1986 y 1987 comenzaron a venderse en diversos países, entre ellos España, productos contaminados con la radioactividad que provocó el accidente de Chernobyl. México fue una de las naciones en donde se comercializaron estos productos.
El caso de la leche contaminada con elementos radioactivos se conoció gracias a que elementos de la 3ª. Zona Naval de Veracruz se enfermaron de diarrea.
En la búsqueda del foco de infección, el vicealmirante Manuel Rodríguez Gordillo encontró que los marinos habían consumido leche en polvo que había llegado de Irlanda y se encontraba en la aduana marítima.
Rodríguez Gordillo destacaba dentro de la marina por sus conocimientos en física, matemáticas y guerra submarina, así como por su honestidad y conocimiento de la realidad mundial.
Este marino había leído todo lo relacionado sobre el accidente de Chernobyl y la contaminación de alimentos que provocó la catástrofe nuclear.
Para despejar sus dudas, el vicealmirante llevó unas muestras de la leche de Irlanda al físico Miguel Ángel Valdovinos, jefe de laboratorio de la planta nucleoeléctrica de Laguna Verde.
Analizó el lácteo y confirmó la contaminación: “Contiene altas concentraciones de estroncio 90 y cesio 137, en una cantidad superior en diez veces al mismo tolerable por el organismo humano, ambos elementos atómicos son considerados como altamente cancerígenos. Debe prohibirse, sobre todo, a los lactantes y a mujeres embarazadas”.
Las Madres Veracruzanas contra Laguna Verde y el Grupo de los Cien denunciaron la existencia de la leche contaminada, algo que el gobierno mexicano negó en un principio y, después, minimizó.
Por ejemplo, la Secretaría de Salud, bajo la dirección del doctor Guillermo Soberón y del subsecretario Jaime Martuscelli, autorizó la distribución y comercialización de la leche, argumentando que no tenía “contaminación radioactiva y puede ser consumida por el ser humano”.
EN TIEMPOS DE CSG
En ese entonces, el director de Conasupo era José Ernesto Costemalle, mientras que Raúl Salinas de Gortari era el director de Liconsa, organismo que comercializó la leche entre la población y algunas empresas dedicadas a la elaboración de productos lácteos.
Se recuerda que en Apizaco se construyó un gran centro de distribución de leche en polvo, justo en pleno centro de la ciudad de Apizaco, donde el día de la inauguración los invitados saborearon un fresco vaso de leche, incluida la ex gobernadora Beatriz Paredes y funcionarios de su gabinete.
Después de la denuncia de las Madres Veracruzanas y del Grupo de los Cien, el director de Conasupo, José Ernesto Costemalle señalaba que “sólo 42 toneladas de leche en polvo —y no las siete mil que había dicho el Grupo de los Cien— se hallaron contaminadas por radioactividad”.
Días después, el subsecretario de salud, Jaime Martuscelli, reconoció que Conasupo adquirió de Irlanda “mil toneladas de leche contaminada por radioactividad con niveles muy por encima de los permitidos”. Y aseguró que se regresarían al país de origen.
La investigación periodística realizada por Guillermo Zamora mostró que las cifras del gobierno eran falsas.
En realidad se habían importado de Irlanda cerca de 45 mil toneladas de leche, de las cuales, sólo se regresaron al país europeo 4 mil toneladas.
Nadie pudo explicar qué ocurrió con el resto.
Guillermo Zamora señala atinadamente qué ocurrió con el caso de la leche contaminada: “Nunca hubo una auditoría, ni demanda penal o administrativa por parte del gobierno. Nunca actúo la Contraloría General de la Federación; así como tampoco se dio un seguimiento de parte de las autoridades de la Secretaría de Salud.
En apariencia no había pasado nada, había concluido el asunto de la leche contaminada.”
Retomando el tema del cáncer dice Nueva Visión del Caribe que «En México y en Quintana Roo los casos de cáncer se incrementan cada día, cobrando víctimas de todas las edades sin distinguir condiciones económicas o sociales…»
En Tlaxcala vemos como infructuosamente las instituciones lucharán para atender estos casos y de manera loable coordinándose con instituciones filantrópicas, pero todo esto es un paliativo que no podrá contener ni solucionar ni atender los diferentes casos que surgirán día a día.
La clase política tapa sus errores, pero entra en pánico cuando se trata de casos como este, nadie sabe nada, nadie informa nada y mucho menos se investigan las causas de las muertes de cientos o tal vez miles de tlaxcaltecas, quienes sin saberlo se envenenaron de por vida por medio de los llamados “programas sociales”, en este caso de leche radioactiva.
Incluso ese lácteo se siguió distribuyendo por medio de tarjetas a la población que cada mañana hacía filas con sus envases para llevar un alimento de alto valor nutritivo, pero sin entrar en los detalles de su procedencia.