La Virgen de Ocotlán recorrió las calles de Tlaxcala

15 de mayo de 2017/Jorge Lezama

La tradicional bajada de la Virgen de Ocotlán de su altar, como ancestralmente se lleva a cabo, cada año en el mes de mayo, significa misas, rosarios, peregrinaciones, procesión y embotellamientos vehiculares.

Desde la mañana de este lunes 15 de mayo, cientos de feligreses acompañan a la venerada imagen en su recorrido por las calles de la ciudad de Tlaxcala, como tradicionalmente cada año.

En el recorrido se instalan altares, los mariachis se turnan para encabezar el recorrido, alfombras coloridas de aserrín y flores son colocadas al paso de la Virgen de Ocotlán.

En Tlaxcala estas fiestas son exaltadas en manifestaciones de fe, por la llamada “Fiesta de la Bajada de la Virgen de Ocotlán” a la ciudad de Tlaxcala, que tiene lugar el tercer lunes del mes de mayo, y cuyos orígenes se remontan a la época del segundo capellán de la Basílica, don Francisco Fernández de Silva (1691-1716).

Para comprender el sentido de esta fiesta, es necesario precisar que la Virgen de Ocotlán a ella está encomendada la vida de esta Diócesis de Tlaxcala, desde el 4 de abril de 1775.

Su invocación bajo el título de “Ocotlán”, nos trae a la memoria dos cosas.

La primera, que ella misma nos regaló su imagen, apareciéndose en tierras tlaxcaltecas, en un árbol de ocote, el 27 de febrero de 1547, de acuerdo con el Padre Ornelas.

La segunda, que su imagen se venera en el santuario erigido en su honor, ubicado en la comunidad de Ocotlán, Tlaxcala, y cuya construcción comenzó en 1687.

En estas fiestas anuales 2016, es necesario asentar para la historia de nuestra Diócesis y de nuestro estado de Tlaxcala un hecho, que no siempre ha sido debidamente enfatizado: el papel de la Virgen de Ocotlán en la configuración de la fe y de la cultura tlaxcalteca.

Desde el punto de vista historiográfico, la aparición de la Virgen de Ocotlán tuvo lugar en 1541, solo diez años después de la aparición de la Virgen de Guadalupe (1531).

El primer Obispo de la Diócesis de Tlaxcala, Fray Julián Garcés O. P., llegó el 19 de octubre de 1527, pero murió a fines de 1542, cuando la Virgen ya se había aparecido. De esto se deducen varias aseveraciones:

La devoción a la Virgen de Ocotlán comienza en el siglo XVI y desde entonces ella ha acompañado a Tlaxcala, como Diócesis, en todas las etapas de su historia: la Colonia, la Independencia, la Reforma, la Revolución y la consolidación del Estado, solo por mencionar los periodos más importantes.

El signo de la aparición de la Virgen de Ocotlán es muy importante: Tlaxcala tuvo en la persona de su primer Obispo el regalo de un padre (Sapiens, Integer, Emeritus), pero también de una Madre:

La Virgen de Ocotlán. 1475 años de devoción mariana!

La configuración de nuestra Cultura Tlaxcalteca tiene orígenes cristianos, forjados también en torno a la devoción a la Virgen de Ocotlán. Tan solo piénsese que Hernán Cortés fue un profundo devoto de la Virgen María.

Desde luego que lo más importante es tomar consciencia del rol preponderante que jugó la Virgen de Ocotlán en aquella Primera Evangelización. Si Tlaxcala es llamada, y con justa razón, la  “Cuna de la Evangelización”, por haber sido la primera población en aceptar el Evangelio.

 

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